lunes, 8 de noviembre de 2010

CARTAS A UNA PROFESORA QUE EMPIEZA A TRABAJAR EN ESTE MUNDO DE LA EDUCACIÓN.



Estimada profesora :
Cuentan las malas lenguas que a un insensato maestro se le ocurrió un buen día, entre tema y tema de Lengua, de Mates o de Naturales preguntarle a sus alumnos qué sabían de otros temas que les afectaban a sus vidas; quiso saber qué opinaban acerca de la sociedad en la cual habitaban; quiso saber cuál era su forma de pensar y hasta si tenían algunos valores adquiridos.
Consideró el obre infeliz que con 12, 13 , 14 o hasta 16 años no era mal momento para hacerles algunas preguntas más allá de las ecuaciones o de los pronombres, o al menos al lado de esos saberes, imprescindibles para tener una buena formación académica y personal. Pero él, con ingenuidad, supuso que las preguntas de ese día las habría tratado alguna vez con su familia, comunicándose con sus padres, entre plato y plato o al pasear por el parque o entre compra y compra o incluso entre anuncio y anuncio. Pero esas preguntas quiso hacerlas individualmente y no a todos, a veces, entre los todos se difuminan los individuos.
No eran preguntas difíciles ni mucho menos; al contrario, eran más bien fáciles, cotidianas, algunas de ellas no eran tema de estudio de ninguna asignatura. Y, sobre todo, el maestro consideraba que esas preguntas eran esenciales para la formación de aquellos chicos. Y sin más, ese día, un día cualquiera, les pasó una hoja en blanco con las siguientes preguntas:
- DIME ALGO QUE TENGA VALOR
- ¿PARA QUÉ SIRVE LA MORAL?
- ¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?
- ¿QUÉ IMPLICA SER CRÍTICOS?
Recogió luego las hojas y, expectante, las leyó con ansiedad pedagógica.
Cuentan las malas lenguas que el maestro, mientras leía, iba secándose las lágrimas que de sus ojos nacían. Dicen que, después de aquellas lectura fatal, el maestro ya no volvió a ser el mismo: perdió la inocencia pero a la vez ganó en lucidez y decidió por su cuenta hablarles a sus alumnos de otros temas, transmitirles lo que él creía poseer y ellos no, una manera ética de estar en el mundo.
¿QUÉ LEYÓ EL INGENUO MAESTRO EN AQUELLAS PAGINAS TERRIBLES QUE TANTO LE IMPACTÓ?
Casi todos los alumnos habían confundido el Valor de algo con su Precio. Casi todos los alumnos sabían que la moral tenía que ver más con la Victoria de un equipo de fútbol que con la honestidad o la bondad; casi todos los alumnos describieron objetos caros a la hora de poseer algo valioso; casi todos negaron ser iguales a los otros; casi todos negaron saber el significado del termino “ética”; casi todos consideraron una persona crítica a un “cotilla criticón que se mete donde no le llaman”; casi todos desconocían qué era una Democracia, una Constitución o un Parlamento porque ellos “pasaban de política”(como si de la política se pudiera pasar); casi todos desconocían el sentido de la Ciudadanía, casi todos eran expertos en marcas, en móviles, en videojuegos, casi todos chateaban por Internet o quedaban con amigo para salir; casi todos habían hecho alguna dieta alimentaria y eran expertos en calorías; eran auténticos consumidores pero apenas tenían un sentido ético, moral o cívico. Y lo mejor de todo: no eran conscientes de ello.
“La inconsciencia es nuestra peor ortodoxia”, dijo en voz alta el maestro rememorando la cita de Orwell en su terrible novela 1984.
E imaginó luego una ciudad parecida a aquella y con otro nombre, VALORANDIA, una ciudad utópica llena de personas, de ciudadanos, de seres conocedores de sus derechos y deberes, con sentido de la ética y de la responsabilidad cívica, autónomos y críticos con sus sistemas sociales.
Valorandia, sin embargo, sólo existe en la cabeza de los pensadores.
En la zona cero donde debía estar Valorandia hay un montón de ruinas, cenizas incandescentes; ¿los restos de un incendio, de un atentado, de una catástrofe! Es la Zona Cero de la Ciudad, la zona donde casi todo el mundo suspende, está suspendido, en el aire, veletas llevados por el viento antojadizo.
El maestro surgió entonces entre las cenizas y con ellas hizo una masa informe con la que construyó los primeros ladrillos de una Ciudad Soñada.
¿EN QUÉ VALORES DEBEMOS EDUCAR LOS PROFESORES EN EL AULA?
Cada profesor, como ser humano que es, tiene sus propios valores extraídos unas veces de la moral, otras de la religión, otras de la política… Incluso, por qué no, un profesor puede carecer de valores no democráticos. Un profesor puede ser partidario de una dictadura o estar a favor o en contra del aborto, ser sexista, racista, de izquierdas o de derechas. A saber, un profesor tiene sus propias ideas, adecuadas o no. Pero, ¡deben estas ideas ser inculcadas a los alumnos?¿cuál es el papel del profesor como transmisor de valores?
Max Weber, un sociólogo clásico de nuestra tradición intelectual, sostenía que existen dos tipos de ética, la Ética de la Responsabilidad y la Ética de la Convicción.
Las ideas previas, prejuicios, posiciones morales, religiosas o partidistas pertenecían a las convicciones de cada cual; esas convicciones son personales, privadas, no deben ser parte del ejercicio público de la razón. En cambio, existe una Ética de la Responsabilidad que debe ser ejercida por todos los educadores; esta “responsabilidad” se funda en valores éticos universales donde se asientan los Derechos Humanos y el sistema democrático moderno. Por ejemplo, la LIBERTAD. Imaginemos que un profesor es antiabortista. ¿Debe convencer a los alumnos para que ellos lo sean también? En ningún caso. Tampoco al contrario. ¿Debe ser, pues, neutral? Claro que no, la neutralidad es una falacia y no existe cuando hablamos de valores éticos. El profesor DEBE alentar al alumno a que, como ser racional y libre que es, descubra por sí mismo su posición haciéndole ver que en el aborto se plantea un dilema entre el derecho a la vida y el derecho a la libertad, dos derechos claves en la Declaración Universal de los DD.HH. El profesor no da recetas mágicas ni adoctrina en cuestiones morales sino que, en base a unos principios éticos universales, hace PENSAR crítica y creativamente a sus alumnos.
¿Un profesor debe influir en sus alumnos para que voten a un partido de izquierda o de derechas? En ningún caso. Esto significa que los valores políticos no entran en el aula? En absoluto. La Educación Política es clave en la formación integral del niño y del adolescente; pero una cosa es la política como ejercicio de ciudadanía responsable y otra muy distinta el partidismo. Tener un buen criterio en asuntos políticos requiere conocer el funcionamiento de los poderes del Estado, de las instituciones, de las asociaciones de la sociedad civil, de las ideologías en las que se basan los partidos, de las relaciones socioeconómicas… En base a todo eso, el alumno, una vez informado, pensará por si mismo a quien quiere o no votar…
He aquí, pues, una relación de valores universales hijos de la Ética y que deberían transmitir cualquier profesor independientemente de que crea o no en ellos:
- La LIBERTAD como base de las libertades democráticas tales como la libertad de expresión, de pensamiento, de conciencia, entre otras.
- La AUTONOMÍA INDIVIDUAL que supone el sentido ético de lo que está bien o mal. La autonomía supone la capacidad de Deliberación que todos tenemos al estar dotados de “razón y conciencia”.
- El sentido de la IGUALDAD que conduce a la NO DISCRIMINACIÓN de nadie por motivos de raza, sexo, lengua o religión. No se debe confundir Igualdad con Uniformidad sino con aquel valor esencial que une a los seres humanos desde sus diferencias individuales. Esta es la gran conquista teórica de la Igualdad: saber ver más allá de las apariencias externas. A nivel ético y jurídico que las leyes se fundamente en el “todos somos iguales por naturaleza” es una conquista de la inteligencia ética comparable o incluso superior a cualquier descubrimiento científico. Tanto Aristóteles como San Pablo o el Derecho Romano suponían que “todos somos diferentes por naturaleza: unos nacen libres y otros esclavos”(Política, Aristóteles)
- La COMPASIÓN, empatía; el hecho de ponerse en el lugar del otro no es un artículo de la Declaración de DD.HH pero debiera serlo. Sin este principio procedimental la ética no sería posible porque situaría la conciencia en un estadio egocéntrico propio de un nivel de infantilismo moral impropio de una persona adulta.
- La SOLIDARIDAD es otro de los valores éticos universales que nos acerca a la noción de Bien Común frente al interés personal o privado. Tener sentido de la solidaridad implica saberse parte de un grupo, de una sociedad, de un equipo sin perder por ello nuestra identidad individual. Tener sentido de la solidaridad supone también participar en alguna “acción solidaria” que promueva una sociedad y un mundo más justo.
- La TOLERANCIA o RESPETO ACTIVO es un valor esencial en esta relación de valores éticos. La tolerancia bien entendida no es sólo “dejar que cada uno haga lo que le parezca” o “no meterse con nadie” o “vivir y dejar vivir” sino que implica un respeto por la identidad ajena siempre que esa identidad no suponga trasgresión de un derecho básico. Es por ello por lo que decimos que todas las personas que opinan merecen nuestro respeto pero que no todas las opiniones son respetables ni deben ser toleradas.
La tolerancia absoluta conduce al despotismo, a la violencia y a la misma intolerancia ciega. La tolerancia activa conduce a la racionalidad y a la comprensión. La tolerancia absoluta conduce a una visión multicultural de la sociedad, llena de guetos, donde cualquier costumbre cultural sólo por el hecho de serlo debe ser espetada. La tolerancia activa conduce a la interculturaidad y al dialogo entre culturas, a la integración y a la lucha contra las costumbres nefastas que manchan la dignidad humana. La falta de tolerancia cultural conduce a otro extremo inadmisible, la asimilación del otro, la aniquilación de su identidad cultural.
- El DIALOGO entendido como forma de transmitir los valores anteriores y como método para resolver conflictos pacíficamente es un valor ético imprescindible. El dialogo, a diferencia, de un monologo o de una charla informal implica también escucha activa y la aportación de razones para justificar las opiniones. Una opinión no razonada deriva en mero prejuicio. El dialogo es también el método para trabajar en el aula dando lugar a debates, a estudios de casos, a preguntas para pensar…
- Todos estos valores desembocarían en un SENTIDO DE LO QUE ES JUSTO y derivaría en una de las preguntas éticas fundamentales: ¿es justa tu decisión?
Entendemos por JUSTO aquel valor relacional que encierra más valores. Por ejemplo, una decisión es más justa que otra cuando respeta el valor de la libertad y de la igualdad que si cumple sólo uno. Una decisión es más justa cuando es más universalizable y cumple con el imperativo categórico kantiano de convertir en ley universal la máxima de mi voluntad. Una decisión es más justa cuando es más empatica que egocéntrica. Una decisión es más justa cuando es más consensuada y democrática que cuando es fruto de la imposición arbitraria. Una decisión es más justa cuando tiene en cuenta los principios fundamentales de los DD.HH.
Llegamos, pues, a la conclusión que EDUCAR EN VALORES es lo mismo que educar en el sentido de lo que es justo y esos mínimos de justicia serían perfectamente enseñables y transmisibles a través del sistema educativo.
¿QUÉ MODELOS EDUCATIVOS TOMO COMO REFERENCIA? HABLEMOS UN POCO DE SOCRATES, DE PIGMALION, DE ARISTÓTLES Y DE LOS CRIADORES DE GANADO.
Partiendo de las dos posibles etimologías del verbo EDUCAR, educere, me permitiré realizar una transposición metafórica para ofreceros algunos referentes de lo que debiera ser o no ser un educador.
EDUCAR NO ES LO MISMO QUE CRIAR GANADO. Educar en relación a EDUCARE es la primera etimología manejada cuyo significado tiene que ver con esa metáfora ganadera que tan bien utilizó Celestin FREINET al criticar la educación en cuanto proceso de estabulación. ¿Cuántas veces los profesores nos hemos sentido como cuidadores de un almacén de seres humaos depositados ahí por la sociedad con el fin de aparcarlos y adiestrarlos y de evitar molestias mayores? Es una sensación de todos conocida que no debiera sumirnos en el pesimismo. Si los médicos con este mismo argumento renunciasen a curar, ¿qué sería de la salud pública?
El nivel educativo de una sociedad depende del compromiso personal de sus miembros más allá de las excusas y de las justificaciones sobre el valor mismo de nuestra tarea. De ahí que, en un ataque de optimismo ilustrado, prefiera entender el sentido de la educación desde su etimología más certera, educere, en cuanto “sacar lo que llevamos dentro”. En este sentido quiero acordarme de los maestros clásicos y de un escultor mítico:
SÓCRATES Y LA MAYEÚTICA. Sócrates entendía la educación como proceso dialógico por el cual el individuo “da a luz”, saca las ideas innatas que lleva en su interior. Las ideas de Bien, Verdad, Belleza, Justicia son parte de nuestro ser y, mediante el dialogo, pueden ser extraídas del fondo de nuestra mente. Una mente cuyo mejor referente es un leño que es necesario encender y no un jarrón que es preciso llenar. El profesor se convierte así, en tanto educador en valores, en una “matrona” y no en una “madre”. El profesor ayuda a que sus alumnos expulsen los valores que llevan dentro; no es una madre que les echa la reprimenda o les protege o les amenaza o les cuida por su bien; es más bien un guía, un apuntador, un ayudante pero el esfuerzo último deben hacerlo los educandos con el fin de que cada uno piense por sí mismo y gane en autonomía.
ARISTÓTELES Y LA MATERIA INFORMADA. Quien mejor interpretó la teoría filosófica del “hilemorfismo” (la materia transfigurada por la forma) fue el genial artista del Renacimiento Miguel Ángel. El escultor, mientras obraba de su David, fue preguntado por el proceso creativo al desbastar aquel trozo de mármol. La obra de arte, decía, estaba “dentro” de aquel trozo de materia. La forma (el alma de la piedra) estaba dentro, en el interior, sólo había que sacar de dentro la figura después de un proceso de desbastación de la Piedra Bruta hasta convertirla en Piedra Pulida, un proceso encarnado también por los canteros medievales, constructores de catedrales, desbastadores de piedras.
Educar en valores, pues, significa desbastar aquellas “excrecencias plúmbeas”(dixit Platón), aquellos restos, aquello que sobra, aquello que la sociedad de una manera postiza nos ha entregado en forma de lavado de cerebro y acceder a esos sentimientos más elevados y sublimes que todos, por el hecho de ser humanos, poseemos.
Alguien me dirá: pero mis alumnos más que mármol de carrara son barro de la calle. ¿No es posible también hacer arte con el barro y hasta con la basura? Todo es posible si tratamos de educar “sacando de dentro” lo mejor del otro.
PIGMALION Y SU EFECTO MAGICO. Cuentan que otro escultor, Pigmalion, tan enamorado estaba de su obra, de su Afrodita de mármol que sólo le faltaba algo para ser perfecta: la vida. Y la diosa misma, entendiendo su aflicción, insufló la vida sobre su obra metiéndose la diosa dentro de la estatua.
En pedagogía denominase Efecto Pigmalión al que produce cuando un profesor “cree”, confía en el alumno aunque este no lo merezca) provocando así un cambio del mismo debido al valor que el otro previamente le ha dado. En casos extremos quizá esto sea pura utopía pero en algunos casos de esos que denominamos “disruptivos” (o conflictos de baja intensidad) nuestra tarea debiera ser mostrar esa confianza y no responder con la misma moneda.
En el caso de la educación en valores este efecto se aplica cuando en el día a día de nuestra tarea formadora, ante los problemas de convivencia que se plantean en el aula siempre. Como principio, presuponemos la posibilidad de cambiar o el ofrecimiento de segundas oportunidades frente al castigo inmediato ante conductas modificables por otras vías. En los casos extremos, entiéndase bien, de acoso, faltas graves de respeto, violencia, racismo etc. sigue siendo necesario un castigo proporcional sigue siendo necesario.

Existen dos maneras de enseñar los valores morales y los principios éticos: adoctrinando o por descubrimiento. En la base del adoctrinamiento están las fundamentaciones morales que coquetean con los principios religiosos. La moral al igual que la religión está basada en una serie de normas o principios preestablecidos que es necesario enseñar. Al igual que existen unos mandamientos de la ley de Dios existen unos preceptos de la Ley moral.
Si enseñar es una de las palabras mágicas del adoctrinamiento, aprender lo es de la moral por descubrimiento. No podemos enseñar valores morales, al alumno puede y debe descubrirlos por sí mismo, pensar por si mismo y deconstruir los valores establecidos, desaprender lo que le han enseñado y, desde posiciones críticas, descubrir nuevas formas de moralidad. La clarificación de valores podría ser una técnica en este sentido. No hay nada que podamos decir o enseñar en cuestiones éticas. Todo depende del punto de vista de la persona y de su proceso mental de descubrimiento. Pero, ¿qué pasa cuando la persona no descubre nada? ¿O cuando no es crítica? ¿O cuando no desaprende porque nada ha aprendido ¿o cuando el relativismo se apodera del aula y todo vale sin que ningún criterio sea válido para decidir qué es lo bueno o lo justo?
¿Cómo habéis, queridos colegas, solucionado desde una pedagogía del descubrimiento el problema del relativismo moral? Es mi opinión y además razonada, ¿no es esto lo que nos pides?, dicen los alumnos. Tú das tus razones y nosotros las nuestras, ¿cuales son las mejores? Tú me has ayudado a razonar y yo he aprendido; ahora no me digas que esto no vale porque tú me vas a decir lo que es bueno y lo que es malo.
¿Estoy atrapado por mi modelo pedagógico? ¿He conseguido hacer de la clase de Ética una clase de buenos argumentadores y razonadores que tienen ahora mejores armas y mejores instrumentos para mejorar sus maldades? Y sobre todo, como uno de ellos me decía, yo no soy mejor porque razone mejor. ¿Las posiciones cognitivas, como dirían os psicólogos, me han jugado malas pasadas?
Entonces, como si de un sueño dogmático despertase, echo un vistazo a lo que se está escribiendo en los últimos años: la polémica sobre el comunitarismo en ética o las teorías de la inteligencia emocional en psicología, por hablar sólo de dos nuevos paradigmas. En cuanto a la primera, todos hemos oído hablar de las nuevas teorías de educación de carácter, los nuevos tratados sobre virtudes, el neoaristotelismo en boga, las nuevas reflexiones sobre el bien o la justicia. Por otro lado, el estudio de las emociones ha puesto en entredicho el paradigma cognitivo. Los nuevos modelos de inteligencia ya no se fijan sólo en el arte de razonar bien sino en la manera de decidir bien. Las investigaciones de los neurólogos han sido fundamentales. Los trabajos, por ejemplo, de Damasio en la Universidad de Iowa con enfermos que tienen tocado sus lóbulos prefrontales son referencia obligada: todos ellos siguen siendo inteligentes en el sentido clásico pero no saben decidir sobre sus propios comportamientos morales o sociales aunque obtengan altas puntuaciones en test de razonamiento moral.
¿Todo ello, dicho así, en líneas generales, nos conduce a un nuevo replanteamiento de nuestra investigación ética?
Mi respuesta particular es que SI.
“Los niños y los jóvenes de hoy requieren un alfabetismo moral mucho más explicito”, dice Pineda Rivera. Y añade: “No basta con que nos digan qué debemos actuar bien pues necesitamos también que se nos muestren formas concretas de acción buena.”
(La educación moral en FpN. Filosofía y educación.AA.VV. Edit. De la Torre, pag.131)
En un intento de ir más allá de la pedagogía procedimental he tratado de elaborar una serie de modelos éticos plurales que recogen las principales tradiciones éticas y, a través del juego, tratan de enseñarle (y digo con toda la prudencia del mundo esta palabra) a los niños que, en su proceso de descubrimiento y maduración moral, existen unos modelos mejores que otros. Trato de utilizar todos estos términos con la cautela pedagógica requerida ya que en ningún caso estoy hablando de modelos absolutos, de verdades incontestables o de mandamientos divinos. Hablo, si se quiere y para que se me entienda mejor, desde lo que Adela Cortina denomina los “mínima moralia”, los valores básicos, universales, humanos, que tratan de dialogar con todas las culturas y que nunca se han llevado bien con el relativismo o con los emotivsmos éticos.
Desde esa teoría de mínimos puedo defender que es necesario y bueno que los niños descubran unos valores frente a otros pseudo valores y si para eso debo presuponer que, por ejemplo, la igualdad es mejor que la esclavitud aunque alguien razone mejor esto ultimo; mi objetivo como educador es enseñar a ser todos iguales.
Asimismo, propongo que desde pequeños los niños sean capaces de fundamentar bien sus opiniones, justificarlas éticamente. Y para ello, deberán trabajar con con buenas razones.
Cómo. He aquí el camino y mi granito de arena pedagógico consiste en proponeros una serie de Modelos Éticos Fundamentales trabajados desde una perspectiva lúdica y que tiene como objetivos ser enseñados a los niños.
Estos materiales que os presento pueden ser adaptados y utilizados desde la educación infantil, primaria y secundaria.
Cuando alguna vez he comentado que es fácil enseñarle a trabajar con Kohlberg a un niño de siete años algunos se han reído de esto con descaro. Cuando hace poco una maestra de Primaria me dijo que en su aula ya sabía utilizar la Escalera del Kohlberg pensé que la cosa podía funcionar.
Y cuando digo enseñarle a un niño modelos morales no sólo me estoy refiriendo a procesos formales tales como aprender a dialogar, respetar los turnos de palabra, razonar mejor o peor sus opiniones etc. me estoy refiriendo a trabajar los estadios morales sabiendo que es mejor aspirar al tercer estadio que al primero! O, enseñándoles a Aristóteles, saber que es mejor llegar a un término medio entre dos extremos que quedarse en uno de los extremos. O que es mejor utilizar la empatía que el egoísmo. O que es mejor utilizar la regla kantiana de oro que depender de las propias intuiciones.
Arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Espero te sirvan estas a vuela pluma para hacerte más llevadera esta magnifica tarea de educar.

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