Decidir sobre la vida y... la muerte
Reflexionar sobre la vida o la muerte
no es una cuestión nada fácil ni sujeta a fórmulas
preestablecidas. Más bien al contrario, nos encontramos ante una
cuestión difícil y compleja. ¿Quién define con seguridad qué es
la vida o qué es la muerte? ¿A quién pertenece la vida, a nosotros
mismos, a algún ser superior, a los que nos han dado la vida...?
¿Puede existir algo así como un derecho a morir?
A nuestro juicio, es la tesis que
defendemos, la vida no está en manos de nadie que no sea nosotros
mismos, en tanto sujetos individuales dotados de razón y conciencia.
No existen seres superiores que sean responsables de nuestro destino
sino que la responsabilidad es humana, propiamente humana.
Los argumentos a favor de esta tesis
son los siguientes:
En primer lugar, consideramos que,
desde nuestra subjetividad, es posible afrontar el problema del
derecho a morir dignamente porque, en tanto seres humanos, somos
libres por naturaleza y podemos decidir por nosotros mismos acerca de
nuestro destino, independientemente de cuestiones religiosas e
incluso diría legales. Los Estados no son dueños de los individuos.
Es necesario, en consecuencia, ejercer la desobediencia civil en esta
cuestión que nos atañe como ninguna otra: el valor de la vida lo
otorgamos nosotros porque de esa libertad esencial surge la
responsabilidad individual de cada persona.
En segundo lugar, sostenemos que la
aceptación del dolor como virtud moral nos parece del todo
inaceptable porque el progreso humano ha dotado a la ciencia y a la
medicina de herramientas útiles y modernas para conseguir una
calidad de vida aceptable y digna.
En conclusión, defendemos este nuevo
derecho (a una muerte digna) que todavía no ha sido recogido por la
Declaración de Derechos Humanos o por la Constitución. Acepto que
existan otras razones de peso y diferentes formas de afrontar el
problema pero entiendo que los Estados deberían respetar la voluntad
de cada persona si esa voluuntad surge de su libertad y bajo su plena
responsabilidad. Sin duda, no es fácil decidir y es posible que
nadie sepa en realidad qué haría en ese momento tan crítico pero,
como decía Sartre, el filósofo existencialista francés, estamos
condenados a elegir. Elegiremos, por tanto, vivir pero con dignidad y
con humanidad.